El Día Internacional contra el Cambio Climático se conmemora cada 24 de octubre. Este día fue establecido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como una respuesta global a la creciente preocupación por los efectos devastadores que el cambio climático está teniendo en el planeta, para intentar generar conciencia sobre la gravedad de esta crisis ambiental fomentando la acción climática por parte de los gobiernos, instituciones, empresas y ciudadanos.

Origen del Día Internacional contra el Cambio Climático

El cambio climático es un fenómeno que ha sido objeto de estudios científicos durante décadas, pero no fue hasta los últimos años del siglo XX que la comunidad internacional comenzó a tratarlo como una amenaza existencial ineludible. En 1992, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático estableció la necesidad de un marco multilateral para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar el calentamiento global. Desde entonces, la adopción de acuerdos como el Protocolo de Kioto (1997) y el Acuerdo de París (2015) ha demostrado la importancia de coordinar esfuerzos a nivel internacional, para un problema de carácter global.

Principales amenazas del cambio climático en el mundo

El cambio climático, impulsado principalmente por las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) y el metano, generadas por la quema de combustibles fósiles, las actividades industriales, los incendios forestales y agravado por la deforestación, ha desencadenado un aumento sostenido de la temperatura global. Desde la época preindustrial, la temperatura media del planeta ha subido aproximadamente 1,1 °C, según datos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Este incremento puede parecer pequeño, pero sus efectos se sienten a nivel global, y si no se toman medidas drásticas para reducir las emisiones, se prevé que el calentamiento supere los 2 °C para finales del siglo XXI, lo que podría tener consecuencias devastadoras.

Una de las manifestaciones más evidentes del calentamiento global es el derretimiento acelerado de los glaciares, donde una de sus consecuencias es el aumento del nivel del mar, este es un fenómeno que amenaza a millones de personas que viven en zonas costeras, ciudades como Venecia y Nueva York desde hace algunos años están enfrentando inundaciones cada vez más frecuentes y graves. Otro impacto de la desaparición de los glaciares es la disminución del albedo, es decir la reflexión de las superficies de nieve y hielo, lo que genera un bucle de retroalimentación aumentando el efecto del cambio climático. Además, el cambio climático está intensificando la frecuencia y severidad de los eventos climáticos extremos. Sequías prolongadas, olas de calor más intensas, huracanes y tormentas más violentas están afectando a las poblaciones más vulnerables.

La pérdida de biodiversidad es otra consecuencia alarmante, ya que muchas especies de flora y fauna no logran adaptarse al ritmo acelerado de los cambios ambientales. Esto no solo afecta a los ecosistemas, sino también a la seguridad alimentaria, ya que el aumento de las temperaturas y los patrones climáticos alterados impactan la agricultura, reduciendo la producción de alimentos en diversas regiones del mundo.

El impacto del cambio climático en Chile

Chile, con su geografía diversa que abarca desde zonas costeras y montañosas hasta desiertos y vastos bosques, está enfrentando de manera alarmante las consecuencias del cambio climático. Uno de los impactos más notorios es la sequía prolongada que afecta principalmente a la zona central del país. Esta «megasequía», que ha persistido por más de una década, ha reducido drásticamente las precipitaciones, afectando severamente la agricultura y la ganadería, dos sectores fundamentales para la economía regional y nacional. La escasez de agua potable en varias regiones del país genera desafíos para las comunidades rurales y urbanas. Según la Dirección General de Aguas (DGA), las precipitaciones en la zona central han disminuido en más del 20 % en los últimos 30 años, lo que pone en riesgo la sostenibilidad de los recursos hídricos.

El retroceso acelerado de los glaciares en la cordillera de los Andes, como se ha mencionado, es otro síntoma grave del calentamiento global. Estos glaciares son esenciales como un suministro de agua dulce, ya que actúan como reservas naturales que alimentan los ríos durante los meses secos, tanto para el consumo humano como para la agricultura. Un informe reciente de la Dirección Meteorológica de Chile reveló que algunos glaciares, como el Echaurren Norte, han perdido cerca del 20 % de su masa en las últimas dos décadas, o el glaciar Olivares alfa, que en ha perdido el 60% de su masa glaciar en los últimos 64 años, siendo el glaciar que más masa a perdido en la zona central del país. Este retroceso no solo compromete el abastecimiento de agua en la zona central del país, sino que también puede exacerbar la crisis hídrica en los próximos años en el resto del país.

Los incendios forestales son otro problema creciente, agravado por el aumento de las temperaturas y las condiciones de sequía. En los últimos años, el país ha sido testigo de incendios masivos, especialmente en la zona centro-sur. En 2017, Chile experimentó uno de los peores incendios forestales de su historia, con más de 600 mil hectáreas quemadas. Estos incendios no solo destruyen grandes áreas de bosques nativos, sino que también afectan la biodiversidad, generan emisiones de carbono negro (BC), CO2 y otros gases de efecto invernadero, además de  poner en riesgo a las comunidades rurales.

Además, el aumento del nivel del mar amenaza las vastas costas chilenas, poniendo en riesgo infraestructuras y comunidades costeras. Según estudios del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), el nivel del mar en las costas chilenas ha aumentado en promedio entre 1,5 y 2,5 milímetros por año, lo que puede parecer modesto, pero a largo plazo puede tener efectos devastadores. Ciudades como Valparaíso y Antofagasta ya están implementando planes para mitigar el impacto de la subida del nivel del mar, pero las medidas actuales pueden ser insuficientes ante el ritmo acelerado del cambio climático.

En conjunto, estos fenómenos reflejan cómo Chile, a pesar de ser un país en vías de desarrollo con un bajo porcentaje de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, está particularmente vulnerable a los efectos del cambio climático.

Chile ha asumido un rol activo y comprometido en la lucha contra el cambio climático, posicionándose como un referente en América Latina al adoptar ambiciosas políticas para mitigar sus efectos. En 2020, el país presentó una actualización significativa de su Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), delineando un plan claro y decidido para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y avanzar hacia una economía baja en carbono.

Uno de los pilares fundamentales de este compromiso es la meta de alcanzar la carbono neutralidad para 2050. Para lograrlo, Chile ha establecido una hoja de ruta que incluye una drástica reducción de emisiones en todos los sectores económicos, con especial énfasis en la energía. Esta transición implica no solo cambios en la infraestructura, sino también el fortalecimiento de las capacidades institucionales y la inversión en tecnologías limpias. Según el Ministerio de Energía, la reducción planificada permitirá que las emisiones de CO₂ del país disminuyan a menos de 95 millones de toneladas para 2030, marcando un punto crucial en la trayectoria hacia la neutralidad.

Un componente clave en esta estrategia es la descarbonización de la matriz energética, con el progresivo cierre de las plantas termoeléctricas a carbón, que históricamente han sido responsables de gran parte de las emisiones del sector energético. Actualmente, Chile está avanzando rápidamente en este frente: en 2021, el gobierno cerró varias plantas y se proyecta eliminar completamente esta fuente contaminante para 2040. Al mismo tiempo, el país está apostando por energías renovables, como la solar y la eólica, que ya representan más del 25 % de la capacidad instalada, y se espera que sigan creciendo en los próximos años. Según estimaciones de la Comisión Nacional de Energía (CNE), la energía solar y eólica podrían cubrir más del 60 % de la demanda eléctrica de Chile para 2030.

Además de reducir las emisiones, Chile ha puesto un fuerte énfasis en la protección de sus ecosistemas vulnerables, reconociendo que estos desempeñan un papel crucial en la mitigación del cambio climático. Los glaciares, humedales y áreas protegidas son considerados prioritarios dentro de esta estrategia. Lamentablemente, la tan esperada Ley de Protección de Glaciares, que busca resguardar estas importantes reservas de agua frente a la minería y otras actividades extractivas, sigue sin ser promulgada con los peligros que esto representa para la conservación de los ecosistemas de montaña , y sus servicios ecosistémicos, fundamentales para la regulación del clima y el ciclo hidrológico.

Sin embargo, Chile reconoce que, a pesar de los esfuerzos de mitigación, muchos de los impactos del cambio climático ya son inevitables. Por ello, ha desarrollado una robusta agenda de adaptación climática. Enfrentando desafíos como la sequía prolongada y el aumento de la frecuencia de eventos climáticos extremos, el país ha implementado programas de gestión hídrica y mejora de la infraestructura agrícola, orientados a mitigar los efectos sobre las comunidades más vulnerables. El Plan Nacional de Adaptación, lanzado en 2014 y actualizado en 2021, es un ejemplo de estos esfuerzos, abarcando sectores como la agricultura, el agua, la biodiversidad y la salud, y proporcionando un marco para fortalecer la resiliencia del país frente a los impactos del clima.

En suma, Chile ha establecido una combinación equilibrada de medidas de mitigación y adaptación que buscan no solo reducir su huella de carbono, sino también proteger a sus ecosistemas y a su población de los efectos inevitables del cambio climático. Estos esfuerzos, sumados a la creciente inversión en tecnologías limpias y a la cooperación internacional, consolidan su compromiso en la lucha global contra el calentamiento global.

El Día Internacional contra el Cambio Climático nos recuerda que no estamos ante un problema lejano ni ajeno. Chile, como el resto del mundo, está en la línea de fuego de esta crisis, y en la situación actual, la acción de hoy no solo definirá el futuro de las próximas generaciones, sino que el presente de todos nosotros.

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